La Responsabilidad Social Universitaria (RSU) es un enfoque ético del vínculo mutuo entre universidad y sociedad. Se trata de un compromiso moral irrenunciable que, a la par que genera nuevo conocimiento relevante para la solución de los problemas sociales, permite la aplicación directa del saber científico y tecnológico, así como una formación profesional más humanitaria.
La vocación social de la Universidad debe ser entendida, sin embargo, de una manera especial. Esta no es una organización productiva ni comercial; no representa a un sector de la sociedad en particular ni aspira a tener un papel político. El cultivo de la ciencia y las humanidades se encuentra en otro plano de la existencia colectiva: si bien se interesa en todos los antes mencionados, lo hace desde una posición particular: la pasión por la verdad y la primacía del conocimiento como principio de toda interacción con la comunidad a la que pertenece. El apego a esos principios – la lealtad a un cierto ethos universitario – es condición esencial para su relevancia social.
Así, es evidente que la primera función social de la Universidad es formar profesionales de excelencia y al mismo tiempo personas éticamente concernidas. La universidad cumple sus responsabilidades generando ciudadanos y personas con conciencia histórica y espíritu cívico: seres capaces de reconocer la situación de sus sociedades y de entender sus deberes hacia sus conciudadanos. Entre esas personas capaces y honradas deben surgir los líderes de una sociedad humanitaria, justa y además eficiente.
Al mismo tiempo, como cultivadora y depositaria del saber, corresponde a la Universidad el deber de guiar la discusión de los asuntos públicos con honradez, respeto por la verdad y sentido crítico. Nada hay más dañino para una democracia que la cancelación o la degradación del debate público. Una universidad que renuncia a su deber de alentar y dar forma a la discusión ciudadana incurre en una grave omisión de sus deberes y se condena a la insignificancia.
Finalmente, es claro que la conjunción del saber y el hacer, del discernimiento conceptual y la pericia técnica es una riqueza que toda universidad debe poner al servicio de su sociedad. La Universidad está obligada a ser motor y garante del desarrollo económico y social de su colectividad con intervenciones respetuosas, eficaces y con sentido de futuro a favor de los más necesitados. En una realidad como la peruana ese deber es más perentorio y evidente: la violencia, la pobreza, la injusticia, la discriminación constituyen día a día un reclamo ardiente para el mundo universitario.
Saber y actuar, el rigor del claustro y el compromiso del mundo exterior, no son para una verdadera universidad realidades opuestas sino claramente complementarias. El cumplimiento de su responsabilidad social demanda cultivar siempre un equilibrio entre ambas.